Cuando era chiquita, una de mis películas favoritas era 101
dálmatas. Recuerdo como mis hermanos y yo, podíamos verla y verla sin
cansarnos. Incluso ahora, después de tantos años, me encanta la escena donde
los protagonistas se conocen en el parque y quedan flechados. La cuestión es
así: ella va caminando ensimismada en sus propios pensamientos, cuando de
pronto siente la mirada de alguien más…
Él
por su parte, se percata de aquella hermosa mujer y sus mascotas se
encargan de hacer el resto...Quizás la cosa es más simple… ¿Qué tal qué sólo hay que trabajar en nosotros mismas y convertirnos en nuestra mejor versión? ¿Qué tal que simplemente se trata de disfrutar y dejar de ver a cada hombre que conocemos como un prospecto o un candidato?
Los tropiezos me han enseñado que
uno es más atractiva cuando le vale serlo o no. Cuando dejamos de forzar las
cosas y simplemente fluimos con la vida. Cuando dejamos de lado la
obsesión por parecer interesantes o por gustar, y más bien nos preguntamos si
realmente nos gusta la persona que tenemos en frente. Cuando escuchamos más y
hablamos menos, porque sólo de esta forma podremos conocerlo.
Un poco lo que sucede cuando
estamos bailando sin seguir una coreografía incómoda y simplemente movemos
nuestro cuerpo como nos sale, al ritmo de la música. Lo mismo pasa acá…uno
termina gustando, cuando está relajada y no le importa en lo más mínimo ligar o
conseguir pareja. Cuando estamos contentas tal cual estamos, pero receptivas a
lo que la vida nos pueda traer…Ponle amor,
La Chica Bien